
La nieve no es el fin del mundo. Cae la nieve y los niños salen a jugar, hacen muñecos de nieve escoltados por sus padres. Cae la nieve y los jóvenes pasean sobre la nevada, mientras los coches quedan varados en calles, parques y carreteras. Los ancianos prefieren quedarse en casa y encender la calefacción. El paisaje nevado es un espectáculo maravilloso salvo para quienes palean la nieve al entrar o salir de casa.

El invierno es una estación que libera o paraliza, como el verano. Una estación del año, de cada año, de todos los años. La estación del frío coincide con las fiestas navideñas en medio mundo. Ninguna estación del año prefigura el fin de la existencia, salvo para quienes mueren en diciembre, enero, febrero o principios de marzo.

En estos días de enero las imágenes de ciudades y carreteras nevadas desplaza, al menos en Europa y en Norteamérica, el rodillo mediático en torno al #VirusChino y las «profecías» de tecno tiranos como Bill Gates, dueño de Microsof; Mark Zuckerberg y Jack Dorsey, magnates de Facebook y Twitter, convertidos en zares que deciden quienes ejercen la libertad de expresión y cuándo o cómo, mientras censuran a los críticos del Nuevo Orden Global o Nueva Estupidez Global.
Cae la nieve sobre Madrid, Milán, Londres, Paris, New York, Montreal, Tokio… Welcome snow.



